Against the rest of the world, the United States celebrated Labor Day, the first Monday in September. It has always been a day of rest, picnics, fireworks and reconciliation of employers and employees, played out as a rosy episode of the soap opera that is the American Dream. On this day no demands are made, no rights proclaimed, and no demonstrations, strikes or protests take place on the street.
This year, Labor Day was more difficult to celebrate now that certain truths have come to light. To commemorate this day, President Barack Obama went to Detroit to deliver a speech of promises. Detroit, the city that was once the symbol of North American prosperity, productivity and the work headquarters of the automobile industry, now reflects the truth of this country with 14 percent official unemployment — 5 points above the national average. However, the real unemployment figure lies closer to 50 percent, and according to the website Common Dreams, the States now have “more people living in poverty than trucks on the road.”
Last Friday came another chilling announcement: In August, no single new job was created. In response to this information, Secretary of Labor Hilda Solis assured CBS television that the president’s speech on Thursday — in front of a Republican-majority Congress that just returned from summer vacation — will rebuild the American public’s confidence. Proposed measures will include tax credits to companies that hire new workers or provide job training to the chronically unemployed, as well as an extension of tax cuts to unemployment salaries and benefits. The White House described the actions as more than “temporary tricks.”
However, unionized workers — certainly few in the states — are disappointed in the administration that they voted for with the belief that they would see a revival in union strength and a positive response to the crisis that has challenged the existence of their very being. According to the Detroit Free Press newspaper, public employee unions are fighting for their survival in Wisconsin, Ohio and other states where the government and Republican legislators have curtailed their rights and cut back agreements.
The economic decline is unimaginable, and the unions hold little hope that the situation will get better with a four-year prolongation of the Democratic administration — an administration that arrived in the White House with unemployment at 7.8 percent.
The Detroit Free Press announced that Richard Trumka, president of the AFL-CIO (the only — however, currently weakened — central American union) said the AFL-CIO’s new strategy will be to construct an independent voice separate from the Democratic Party. If this happens, it will seriously jeopardize the chance of a Democratic candidate to be elected in the upcoming race.
Even a dozen unions have said that they will boycott the National Democratic Convention that will take place in Charlotte, N.C., to express their frustration about the economic situation in the United States — where the official count of unemployment is 14 million workers. But we know that these statistics are manipulated to hide the real image. Moreover, 6 million of the unemployed (42.9 percent of the total) have been continuously without work for more than six months.
Let us continue with the numbers. The 9.1 percent unemployment rate recognized in August is way above the average unemployment figure reported between 1948 and 2010 of 5.7 percent. Zero growth in August can only be compared historically to February 1945. Worst of all, the nervous U.S. economy is about to fall into another recession if the employment stays stagnant and salaries decrease. These factors, in addition to decreased consumption, are responsible for the low 0.7 percent economic growth in the first six months of 2011.
On Monday, Sept. 5, 2011, can the U.S. really say, “Happy Labor Day”?
A contrapelo del resto del mundo, Estados Unidos celebra el Día del Trabajo el primer lunes de septiembre, y para hacerlo también distinto, lo ha vendido siempre como una jornada de asueto, picnics, fuegos artificiales, y conciliación de patrones y empleados, como un episodio rosa de ese gran novelón que es el sueño americano. Nada de exigencias, ni de derechos, ni de manifestaciones de calle, ni huelgas por reivindicaciones, ni protestas…
Sin embargo, en este 2011 le ha sido más difícil poner en escena la farsa, cuando las verdades saltan a la vista. Para dar el discurso de promesas, el presidente Barack Obama se fue a Detroit, la ciudad que fue emblema de la Norteamérica próspera, productiva y trabajadora como sede de la industria automovilística, solo que hoy en día refleja lo cierto de ese país, con un 14 por ciento de desempleo oficial —cinco puntos sobre el índice nacional—, aunque el real está casi en el 50 por ciento y según el sitio web Common Dreams, se dice que ya cuenta con «más gente viviendo en la pobreza que carros en el camino».
El viernes previo hubo un anuncio escalofriante: durante el mes de agosto no fue creado ni un solo puesto de trabajo nuevo; pero la secretaria del Trabajo, Hilda Solis, aseguró a la televisora CBS que el discurso presidencial que será pronunciado el jueves —frente a un Congreso de mayoría republicana que regresa de sus vacaciones veraniegas—, ayudará a darle confianza al público estadounidense, porque propondrá créditos en los impuestos a las compañías que contraten nuevos trabajadores, entrenamiento laboral para los desempleados crónicos, extensión de cortes a los impuestos al salario y beneficios en el seguro del desempleo. Esto es más que «trucos temporales», dijo la Casa Blanca.
Sin embargo, los trabajadores organizados —por cierto, bien pocos en Estados Unidos— están decepcionados de una administración a la que le dieron su voto bajo la visión de que verían revivir la fuerza de los sindicatos y una respuesta positiva a la crisis que los tiene como primeras víctimas. Según el diario Detroit Free Press, el sector enfrenta esta realidad: los sindicatos de trabajadores públicos luchan por su supervivencia en Wisconsin, Ohio y otros estados donde las gobernaciones y legislaturas republicanas han cercenado sus derechos y convenios colectivos.
El retroceso es innegable, y no tienen esperanzas de mejorar con una prolongación por otros cuatro años de la administración demócrata, que cuando llegó a la Casa Blanca encontró un 7,8 por ciento de desempleo.
El periódico anuncia que Richard Trumka, presidente de la AFL-CIO (la única y debilitada central sindical estadounidense) ha dicho que la nueva estrategia será construir una voz independiente separada del Partido Demócrata, y esto es una amenaza seria para cualquier aspiración a ser reelecto por parte de Obama o para quien los demócratas decidan llevar como candidato.
Incluso una docena de sindicatos han dicho que boicotearán la Convención Nacional Demócrata que tendrá lugar en Charlotte, Carolina del Norte, para expresar su frustración sobre la situación económica de Estados Unidos, donde la cifra oficial de desempleo llega a 14 millones de trabajadores; pero ya se sabe que esos registros siempre son manipulados para no dar a conocer el panorama real. Es más, seis millones de esos desempleados (42,9 por ciento del total) llevan casi siete meses continuos sin trabajo.
Sigamos con los números. El índice de 9,1 por ciento de desempleo reconocido en este agosto está muy por encima del promedio reportado desde 1948 al 2010, que fue de 5,70 por ciento. El crecimiento cero de agosto es también llevado a la comparación histórica, una situación similar se remonta a febrero de 1945… y lo peor, la nerviosa economía estadounidense está a punto de rodar hacia otra recesión cuando está estancado el empleo y decrecen los salarios, por tanto, también disminuye el consumo y la noria cierra con una merma del crecimiento económico que en los primeros seis meses de este año fue de 0,7 por ciento.
¿Podrá alguien haber dicho este lunes en Estados Unidos: ¡Feliz Día del Trabajo!?
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.