Chinese state agency Xinhua reported yesterday that Tesla will build a battery factory in Shanghai and that production is expected to begin in the middle of next year. The new plant will complement an existing one in the same city dedicated to the assembly of electric vehicles. An initial volume of 10,000 units of Megapack lithium-ion battery packs per year is estimated — equivalent to a storage capacity of about 40 gigawatts.
To put this figure in perspective, it is equivalent to one-eighth of Mexico's annual production of electricity. Thus, the planned facility will have an output similar to Tesla's megafactory in Lathrop, California. In the Asian nation, Elon Musk's corporation has the capacity to assemble 22,000 units of its Model 3 per week.
This data shows that, despite the growing political rifts between Washington and Beijing, the U.S. lacks the capacity to dispense with China's immense productive strength; it also sheds light on the impossibility of U.S. efforts to reduce its industrial dependence on the Asian giant through sanctions.
The most drastic example of sanctions was the total embargo that the Trump administration imposed on Chinese telecommunications corporation Huawei. Despite the verbal hostilities between the two governments, there is no indication of an economic rupture; moreover, it seems inevitable that in industrial, commercial and technological arenas, China will continue to accumulate power to the United States' detriment.
This context also makes it necessary to review the prospects of policies aimed at promoting nearshoring, i.e., the relocation of factories to countries close to the Western superpower, which continues to be the world's largest market.
This strategy is particularly favorable for Mexico, whose membership in the U.S.-Mexico-Canada Agreement adds advantage to the geographical proximity. It should be remembered that at the summit meeting with President Andrés Manuel López Obrador last January, Presidents Joe Biden and Justin Trudeau agreed to transfer a quarter of their industrial facilities currently located in China to the common zone.
In addition to U.S. and Canadian industries, those from other countries are also seeking to relocate to Mexico. Proximity to the superpower market is part of the appeal, plus 50 nations we have trade agreements with represent 65% of the world's gross domestic product.
This is assuredly an auspicious situation; however, limits remain as to what we can expect. Many U.S. companies have and will continue to have major elements of their production in China. Thus, it is better to be moderately optimistic and recognize that, although nearshoring is attracting substantial investment in Mexico, it will not necessarily translate into an economic "miracle" or into overflowing growth rates.
La agencia estatal china Xinhua informó ayer que la empresa Tesla construirá una fábrica de productos de almacenamiento de electricidad (baterías) en Shanghái y que se espera que a mediados del año entrante empiece la producción en la nueva planta, complementaria de una ya existente en la misma ciudad y que se dedica al ensamblado de vehículos eléctricos. Se estima un volumen inicial de 10 mil unidades al año de paquetes de baterías de iones de litio Megapack, lo que equivale a una capacidad de almacenamiento de unos 40 gigavatios.
Para poner esta cifra en perspectiva, valga decir que es el equivalente a una octava parte de la producción anual de electricidad de México. De esta forma, la instalación proyectada tendrá una producción similar a la megafábrica de Tesla en Lathrop, California. En la nación asiática, la corporación de Elon Musk tiene capacidad para ensamblar 22 mil unidades semanales de su Model 3.
Estos datos ponen de manifiesto que, a pesar de las crecientes desavenencias políticas entre Washington y Pekín, Estados Unidos carece de la capacidad para prescindir de la inmensa fuerza productiva de China; asimismo, arrojan luz sobre la imposibilidad de los afanes estadunidenses por reducir su dependencia industrial del gigante asiático mediante sanciones.
El caso más drástico fue el embargo total emprendido por la pasada administración, encabezada por Donald Trump, contra la corporación china de telecomunicaciones Huawei. A pesar de las hostilidades verbales entre ambos gobiernos, no hay elementos para pensar en una ruptura económica; más aún, parece inevitable que en los ámbitos industrial, comercial y tecnológico, China siga acumulando poderío en detrimento de Estados Unidos.
Este contexto también hace necesario revisar las perspectivas de las políticas de impulso a la relocalización o nearshoring, es decir, la mudanza de fábricas a países próximos a la superpotencia occidental, que sigue siendo el mayor mercado del mundo.
Esa estrategia resulta particularmente favorable para México, cuya pertenencia al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) agrega ventajas a la proximidad geográfica. Debe recordarse que en enero pasado, en el encuentro cumbre con el presidente Andrés Manuel López Obrador, los mandatarios Joe Biden y Justin Trudeau acordaron trasladar a la zona común una cuarta parte de sus instalaciones industriales actualmente ubicadas en China.
Además de industrias estadunidense y canadiense, las de otros países buscan asimismo situarse en territorio mexicano no sólo para acceder al mercado de la superpotencia, sino también a otras 50 naciones con las cuales nuestro país tiene acuerdos comerciales y que representan 65 por ciento del producto interno bruto mundial.
Es una situación auspiciosa, sin duda, pero las expectativas tienen un límite claro: que buena parte de las empresas estadunidenses siguen –y previsiblemente, seguirán– teniendo lo principal de sus procesos productivos en la nación asiática. En tales circunstancias, más vale moderar el optimismo y considerar que si bien el nearshoring está atrayendo a México una cuantiosa inversión, no necesariamente se traducirá en un “milagro” económico ni en desbordantes tasas de crecimiento.
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.