Joaquin Guzmán Loera (“El Chapo”), the narcotics dealer, joined the list of the richest men in the world, while businessman Carlos Slim lost nearly half his fortune, according to Forbes magazine. Two ways of doing business - one that collapses and one that excels. Curiously, governments say to work for the opposite outcome. Is it impossible to reverse the trend or is something wrong with the strategy?
And what is the strategy? The U.S. government recommended, first, in dealing with Colombia, and then with Mexico: fight the sale, which is to say, jail the drugs dealers and keep them from consumers. But that strategy has a key flaw. It can work only in theory, because there is nowhere in the world it could be proved. When political institutions make relevant decisions, court systems execute those decisions, and financial systems prevent profits from getting out of control, they function perfectly.
Neither the United States nor Colombia have been able to prevent corruption and money laundering, much less consumption, because the number of people involved in trafficking is huge - half a million people in this country, according to U.S. and national estimates - and rising every day. People who penetrate government structures vary their transit plans and do whatever it takes to sell and consume drugs.
We say that it is impossible to curb migration from poor countries to developed ones, even though they put up walls, because there is demand for that labor. Why do we change the criteria in the case of drugs?
The global financial crisis hurt Carlos Slim, but left untouched the business of El Chapo Guzmán. We have to send some leaders to repeat Introduction to Economics so they understand that unless you get rid of your customers, El Chapo will oust Bill Gates.
Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante, entró en la lista de los hombres más ricos del mundo mientras que el empresario Carlos Slim perdió casi la mitad de su fortuna, según la revista Forbes. Dos formas de hacer negocio, una que se desploma y otra que despunta. Curiosamente, los gobiernos dicen trabajar para que suceda lo contrario. O es imposible revertir la tendencia o algo está fallando en la estrategia.
¿Y cuál es la estrategia? La que ha recomendado el gobierno estadounidense primero con Colombia y luego con México: combatir la oferta; es decir, encarcelar a los vendedores de la droga y prohibirla a quienes la consumen. Pero esa estrategia tiene un error clave: sólo puede funcionar —en teoría, porque en ningún lugar del mundo hay resultados para comprobarlo— cuando las instituciones políticas, que toman las decisiones en la materia, jurídicas, que las llevan a cabo, y financieras, que restringen las ganancias que pudieran haber sobrepasado los controles, funcionan a la perfección.
Ni México ni Colombia ni Estados Unidos han podido evitar la corrupción, el lavado de dinero, menos el consumo porque la cantidad de personas involucradas en el tráfico es inmensa —medio millón de personas sólo en este país, según cálculos estadounidenses y nacionales— y cada día se suman más. Personas que penetran las estructuras gubernamentales, varían sus planes de trasiego, hacen lo que sea para vender y consumir drogas.
Decimos que es imposible frenar la migración de países pobres hacia los desarrollados, aunque pongan muros, en tanto exista demanda de esa mano de obra. ¿Porqué cambiamos el criterio en el caso del narco?
La crisis financiera global perjudicó a Carlos Slim, pero dejó intocado el negocio de El Chapo Guzmán. Habrá que mandar a algunos líderes a cursar otra vez Introducción a la Economía para que entiendan que, si no le quitamos a sus clientes, El Chapo desbancará a Bill Gates.
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