Todavía hay en Argentina muchas personas que siguen mirando a Estados Unidos como un “ejemplo” de democracia. Entre ellos hay influyentes periodistas de los medios más grandes que se desviven por propagandizar las bondades de la nación del norte y prefieren ignorar sus graves problemas: el dominio de las grandes corporaciones y las enormes desigualdades sociales. La reciente crisis financiera fue un claro ejemplo que mostró cómo los grandes bancos, gracias a la falta de regulaciones y de controles, se hundieron por especular con hipotecas y bonos de altísimo riesgo y cómo, para evitar que quebraran, el Estado salió a protegerlos con el aporte de gigantescas sumas de dinero del tesoro público que nunca se destinan, por ejemplo, a combatir la pobreza, o a mejorar un sistema de salud que no cubre a decenas de millones de personas.
Ahora se acaba de conocer que casi la mitad de los legisladores del Congreso norteamericano son, en verdad, acaudalados millonarios con intereses en las grandes finanzas o en la salud privada. Un medio de comunicación en internet, Open Secret, publicó un informe que reveló que mientras millones de familias estadounidenses luchan por salir a flote en la actual crisis económica, los bienes de los que se dicen sus “representantes” en el Congreso de ese país crecen sin parar. El dato es muy significativo pues apenas el uno por ciento de la población de EE.UU. pertenece a la clase de los millonarios, pero en el Congreso casi el 50 por ciento de los legisladores poseen enormes fortunas con cifras de más de seis dígitos.
Con esta revelación, los ciudadanos norteamericanos que no están en ese selecto club de privilegiados tan minoritario pero tan poderoso, pueden entender mejor por qué son muy pocos los legisladores que se preocupan por los problemas graves que tiene el país como el desempleo, la pérdida de muchos hogares de personas ahogadas por los bancos, o la volatilización de los ahorros de millones de personas que pertenecen a la clase media o media baja. Sencillamente no lo hacen porque ellos están entre los más ricos y manejan cuantiosos recursos a los que no accede la gran mayoría de sus “representados”.
Los últimos datos del Departamento de Trabajo muestran que el índice nacional de desocupación trepó a casi el diez por ciento y no se han recuperado los casi nueve millones de puestos laborales perdidos durante la crisis bancaria. Pero los bancos fueron auxiliados con enormes sumas de dinero del Estado, y los ciudadanos comunes abandonados a su suerte, por lo cual muchos perdieron, además de su trabajo, su techo. No se puede extrañar entonces que hayan aumentado dramáticamente las tasas de suicidio.
La investigación reveló que 261 legisladores de los que ocupan puestos en el Capitolio (435 en la Cámara de Representantes y 100 en el Senado) son ricos; que uno de cada cinco de ellos posee bienes por al menos 10 millones de dólares y que la fortuna de ocho legisladores asciende a 100 millones de dólares o más. También se logró saber que entre 2008 y 2009, en medio de la recesión, las posesiones de los miembros del Congreso se incrementaron en más del 16 por ciento. Ese crecimiento de la riqueza de los integrantes del Congreso se explica porque un buen número de ellos tiene intereses en las principales compañías de los sectores de salud y servicios financieros, fundamentalmente, en Bank of America, Goldman Sachs, Wells Fargo, JP Morgan Chase, Citigroup, Pfizer, Johnson & Johnson y Merck. Los mismos grupos económicos que recibieron dinero del rescate del Estado tras explotar la burbuja inmobiliaria.
¿Se puede seguir afirmando, tan livianamente, que EE.UU. es el paraíso democrático del mundo?.
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