The act crystallizes a vision of how clean energy can reduce other global problems, such as inflation and the geopolitical implications linked to dependence on fossil fuels.
The Inflation Reduction Act, passed yesterday, is the most far-reaching piece of legislation in the fight against climate change. The result of a surprise consensus of the 50 Democratic senators, the bill was supported by Sen.Joe Manchin III (West Virginia), after getting Senate Majority Leader Chuck Schumer (New York) to promise the construction of pipelines in West Virginia and new oil and gas exploration permits in the Gulf of Mexico and Alaska.
Despite these concessions, which have been criticized by environmentalists, several analyses indicate that the act will lead to a 40% reduction in U.S. carbon emissions by 2030, a decisive advance on the 50% target promised by President Joe Biden and a restoration of the country's credibility in the eyes of a world that demands urgent action to mitigate the worrying impacts of climate change. Including an investment of $260 billion over the next decade, the legislation sends a clear signal to the private sector to invest long-term, innovating technologies that the energy transition demands.
Incentives include the extension or creation of tax credits that will accelerate the production of electricity from clean energy, the purchase of electric vehicles and energy efficiency improvements in buildings, as well as the development of carbon capture and storage technologies and green hydrogen.
The act crystallizes a vision of how clean energy can reduce other global problems, such as inflation and the geopolitical implications linked to dependence on fossil fuels. High oil, gas and petroleum prices and bipartisan interests in reducing inflation provided a context for the successful negotiation of the legislative package. These incentives will contribute to reducing the price of clean energy, promoting its use, advancing technology and generating more employment. In doing so, the long-standing criticism from conservative sectors against climate change action, due to its alleged negative effects on the economy, will lose credibility. In addition, as a result of concern over the effects of global warming, the preferences of the U.S. electorate now favor climate action. Perhaps this also explains why Republicans have been less vocal in their historic opposition to the Democrats' climate proposals.
In summary, the act brings forth a new political climate economy in which, despite the predominance of fossil fuels which will continue to exist for decades to come, government and market tendencies can create a virtuous cycle which will favor clean energy.
Estados Unidos: retomando el liderazgo climático
Por otra parte, la Ley cristaliza una visión de cómo las energías limpias pueden reducir otros males globales, como la inflación y las implicaciones geopolíticas asociadas a la dependencia de las energías fósiles
La Ley de Reducción de la Inflación, aprobada el día de ayer, es la acción legislativa más transcendental en la lucha contra el cambio climático. Resultado de un sorpresivo consenso de los 50 senadores demócratas, la Ley fue apoyada por el Senador Joe Manchin III (West Virginia), luego de conseguir que Chuck Schumer (Nueva York), líder de la Mayoría en el Senado, le prometiera la construcción de ductos en West Virginia y nuevos permisos de exploración de petróleo y gas en el Golfo de México y Alaska.
A pesar de estas concesiones criticadas por los ambientalistas, varios análisis indican que la Ley significará la reducción en un 40% las emisiones de carbono de EU al 2030, es decir un avance decisivo en la meta del 50% prometida por el presidente Biden y la restauración de la credibilidad de ese país ante un mundo que exige acción urgente para mitigar los preocupantes impactos del cambio climático. Al incluir una inversión de $260 mil millones de dólares en la próxima década, la legislación manda una señal clara al sector privado para invertir en el largo plazo, innovando en las tecnologías que la transición energética demanda. Los incentivos incluyen la extensión o la creación de créditos fiscales que acelerarán la producción de electricidad a partir de energías limpias, la compra de vehículos eléctricos y la mejora de eficiencia energética en edificios, así como el desarrollo de tecnologías de captura y almacenamiento de carbón y el hidrógeno verde.
Por otra parte, la Ley cristaliza una visión de cómo las energías limpias pueden reducir otros males globales, como la inflación y las implicaciones geopolíticas asociadas a la dependencia de las energías fósiles. Los altos precios del petróleo, el gas y la gasolina y los intereses bipartidistas por reducir la inflación ofrecieron un contexto propicio para el éxito de la negociación del paquete legislativo. Los incentivos contribuirán a reducir el precio de las energías limpias, al promover su uso, avanzar en su maduración tecnológica y a generar más empleos. Con ello, perderán peso las críticas que por años han sostenido sectores conservadores en contra de la acción climática por sus supuestos efectos negativos a la economía. A esto se suma el que hoy, y como resultado de la preocupación por los efectos del calentamiento climático, las preferencias del electorado estadounidense favorezcan la acción climática. Quizá ello también explique que los Republicanos no hayan hecho tan vocal su histórica oposición a las propuestas climáticas de los Demócratas.
En suma, la Ley inaugura una nueva economía política climática, en la que, a pesar del predominio de las energías fósiles, que seguirá existiendo por algunas décadas, las señales gubernamentales y de mercado crearán un círculo virtuoso que favorecerá a las energías limpias.
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