Anyone who thought Donald Trump's anti-immigrant war or his constant stream tariff threats would make him forget his proposal to regain his country’s control over the Panama Canal was wrong.
Defense Secretary Pete Hegseth’s most recent visit to Panama last Wednesday refutes any doubt about that.
A memorandum released a few hours after, first from Washington and then in the isthmus nation, heralds the return of U.S. Marines to bases once infamous for providing cover -- such as Howard Air Force Base and Rodman Naval Station.
This has outraged many citizens who remember the 1989 U.S. invasion that caused a still undetermined number of casualties. The Pentagon introduced and supposedly tested ultra-modern weapons after the capture of Manuel Antonio Noriega, commander of the Panamanian Defense Forces, who was accused of drug trafficking.
The Panamanian Foreign Ministry has said that the presence of U.S. troops and their military paraphernalia is temporary and that U.S. troops are specifically there to carry out joint maneuvers.
But citizens have many reasons to be concerned because of America’s interventionist past. U.S. influence in the economic and political life of this nation is quite recent; reversing it took decades of struggle to restore "Panamanian nature” and for the withdrawal of the U.S. military from the so-called Canal Zone.
There are also other diplomatic reasons to be on guard and that arouse well-founded suspicion. For the second time since the visit of a Trump administration official — previously it was Secretary of State Marco Rubio — the English translation of the final texts of the agreement omitted the phrase that establishes Panamanian sovereignty over that enclave.
After that, President José Raúl Mulino declared that the interoceanic passage was strictly Panamanian.
In addition, observers have highlighted the uneven nature of the newly signed and little publicized agreement that reestablishes approval for the deployment of U.S. troops in Panama. As it evolved, the agreement now includes priority and exemptions for the U.S. in the transit of its warships through the canal, with Panama receiving as yet unclear "compensation" for security services.
The agreement follows Panama's declaration that certified its exit from the Chinese initiatives of the Belt and Road Initiative. Obviously, this was a measure required by the White House, which is already known to be fighting a relentless battle against the technological development and expansion of the Asian giant’s trade relations in Latin America. And that provides a rationale for Washington's focus on the canal.
And that isn’t the only development here. There has also been talk of suspending negotiations for two Hong Kong companies to operate in Panamanian ports.
One might think Trump's threat to “retake” the canal — which does not belong to his country — is merely a threat made to achieve his goal. However, given his imposition of tariffs, he sets his objectives, establishes deadlines, then negotiates on whatever is offered.
The dangerous thing is that, where Panama is concerned, his goals are being met little by little.
Quien pensara que la guerra antinmigrante de Donald Trump o su contienda de amenazas arancelarias le harían olvidar el anunciado propósito de retomar para su país el control sobre el Canal de Panamá, estaba equivocado.
La más reciente visita a ese país del jefe del departamento de la Defensa, Pete Hegseth, el miércoles pasado, desmiente cualquier hipótesis al respecto.
Un memorando divulgado unas cuantas horas después, primero desde Washington y luego en la nación istmeña, permitirá ver otra vez a marines estadounidenses aposentarse en bases que antes fueron tristemente famosas por darles cobija, como las de Howard y Rodman.
Ello ha provocado que muchos ciudadanos se sientan indignados y recuerden la invasión estadounidense de 1989, que provocó una cantidad aún no bien precisada de muertos, y con la que el Pentágono estrenó y ensayó armas ultramodernas, supuestamente, tras la captura del entonces jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá, Manuel Antonio Noriega, acusado de narcotráfico.
La Cancillería istmeña ha dicho que la permanencia de las tropas estadounidenses y su parafernalia militar es temporal y que el motivo es puntual: la realización de maniobras conjuntas.
Pero hay muchos motivos de inquietud para la ciudadanía, porque el pasado intervencionista de EE. UU. en la vida económica y política de su nación es demasiado reciente, y revertirla costó décadas de lucha por la «panameñidad» de la vía, y por la salida de la soldadesca de la denominada Zona del Canal.
Existen, además, otros motivos en materia diplomática para estar sobre aviso y que despiertan suspicacia bien fundada, como el hecho de que, por segunda vez luego de la visita de un funcionario de la administración Trump —antes fue el secretario de Estado, Marco Rubio— la traducción al inglés de los textos finales de lo acordado, omitiera la frase que reivindica la soberanía istmeña sobre ese enclave.
Ha sido después de ello que el presidente José Raúl Mulino ha declarado que el paso interoceánico es únicamente panameño.
Por demás, observadores han destacado el carácter desigual del recién firmado y poco divulgado convenio, que devuelve la venia para el despliegue de tropas estadounidenses en Panamá. Según ha trascendido, el pacto incluye que EE. UU. tendrá prioridad y exenciones en el tránsito de sus buques de guerra por el Canal, mientras que Panamá recibiría una «compensación» todavía no clara, por servicios de seguridad.
El convenio sigue a la declaración de Panamá que certificó su salida de las iniciativas chinas de la Franja y la Ruta de la Seda; obviamente, una medida requerida por la Casa Blanca, que ya se sabe está librando una batalla sin cuartel contra el desarrollo tecnológico y la expansión de las relaciones comerciales del Gigante Asiático en América Latina. De eso también se trata la mira puesta por Washington en el Canal.
No ha sido lo único en ese campo, pues también se ha hablado de la suspensión de las tratativas para que dos empresas de Hong Kong operen en puertos istmeños…
Cualquiera pudiera pensar que las amenazas de Trump sobre «retomar» el Canal, algo que no le pertenece a su país, son puras amenazas para conseguir sus objetivos, visto su accionar en el asunto de los aranceles: los declara, otorga plazos, negocia a lo mejor que le dé el postor...
Lo peligroso es que, en el caso panameño, poco a poco, sus propósitos se están cumpliendo.
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