Perhaps it can seem exaggerated to describe 2010 as an "annus horribilis" for Obama, but with the exception of the past week, the last 12 months have been a nightmare for a president that progressively lost the "glamour" and admiration that came off in his first months of presidency.
From his more tender beginning, the year 2010 began fatally for Obama. On Jan. 19, the Democrats unexpectedly lost Ted Kennedy's seat in Massachusetts, which added a new setback to achieving health care reform.
Without a doubt, the approval of the historic law in March was Obama's best moment of 2010. Nevertheless, it has hardly provided political yield; public opinion remains as divided on this matter as in the beginning of the year.
Neither the economy, incapable of lowering unemployment near 10 percent, nor foreign policy with the conflict in Palestine and the situation in Afghanistan, offered the White House some cause for celebration during the year that is ending.
Events conspired that allowed the Republicans to severely beat Obama and his Democratic Party in November's midterm elections, with a magnitude that had not been seen in more than seven decades.
Curiously, when Obama seemed to lose more and when more people questioned his leadership from all fronts, the president achieved different successful legislative acts that could serve as a foundation for his political resurrection.
The Congress approval of the "fiscal pact" that he supported, alongside the repeal of "don't ask, don't tell" and the START ratification, his last success to date in foreign policy, constituted an excellent end to a horrific year. The president needs to reinvent himself, and his action in these last weeks could be a draft of a new Obama, capable of reconciling with those that withdrew their support from him during 2010. Although the campaign will not truly begin until 2012, the next 12 months can be decisive for Obama's reelection, since his successes and failures will construct the narrative that will dominate the presidential campaign.
Furthermore, his popularity and his electoral prospects halfway through 2011 will depend also on whether some of his more dangerous possible Republican rivals decide to embark on obtaining the White House or opt to wait for a more favorable situation in 2016.
Buen final para el "annus horribilis" de Obama
26 DIC 2010 17:51
Quizás pueda parecer exagerado calificar el 2010 como un “annus horribilis” para Obama, pero con la excepción de la semana pasada, los últimos doce meses han sido una pesadilla para un presidente que perdió progresivamente el “glamour”y la admiración que desprendía en sus primeros meses de presidencia.
Ya desde su más tierno inicio, el 2010 empezó fatal para Obama. El 19 de enero los demócratas perdieron de forma inesperada el escaño de Ted Kennedy en Massachusetts, lo que añadió un nuevo contratiempo a la consecución de la reforma sanitaria.
Sin duda, la aprobación en marzo de la histórica ley fue el mejor momento de Obama en 2010. No obstante, ello no le ha proporcionado apenas rédito político alguno, pues la ciudadanía continúa ahora tan divida al respecto como a inicios de año.
Ni la economía, incapaz de hacer caer un paro oficial cercano al 10%, ni la política exterior, con el conflicto en Palestina y la situación en Afganistán tan encallados como siempre, ofrecieron a la Casa Blanca algún motivo para la celebración durante el año que acaba.
Todo ello se conjuró para que los republicanos propinaran a Obama y a su Partido Demócrata una paliza en las legislativas de noviembre tan severa que su magnitud no se había visto desde hace más de siete décadas.
Curiosamente, cuando más perdido parecía Obama, y más se cuestionaba su liderazgo desde todos los frentes, el presidente ha conseguido varios éxitos legislativos que podrían servir para poner los fundamentos de su resurrección política el año próximo.
La aprobación del Congreso del “pacto fiscal” que él apadrinó, además de la derogación de la “Don't Ask, Don't Tell”, y la ratificación del tratado START, su mayor éxito hasta la fecha en política exterior, constituyen un excelente final para un año horroroso. El presidente necesita reinventarse, y su actuación en las últimas semanas podrían ser un borrador de un nuevo Obama, capaz de reconciliarse con aquellos que le retiraron su apoyo durante 2010.
Aunque la campaña no empezará propiamente hasta 2012, los próximos doce meses pueden ser decisivos para la reelección de Obama, ya que en función del camino que siga, de sus éxitos y fracasos, se construirá la narrativa que dominará la campaña de las presidenciales.
Además, de su popularidad y de sus expectativas electorales a mitad del 2011 podría depender también también que algunos de sus más peligrosos posibles rivales republicanos decidan lanzarse a la consecución de la Casa Blanca, u opten por esperar una situación más propicia en 2016.
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