Sangre, petróleo y gloria
Mujeres – 10/03/2011 7:39 – Autor: Sirin Adlbi Sibai – Fuente: periodicodiagonal.com
Mientras tanto, las televisiones y radios occidentales debaten sobre la imposibilidad de que los infrahumanos
árabes conozcan algún día la democracia. Debaten sobre el precio del crudo y el valor del euro y del dólar.
Discuten acerca de las medidas que se habrán de tomar para evitar la invasión de los inmigrantes
norteafricanos. Mientras tanto, la hoguera, y Nerón compone con su Lira.
Esperarán a que el genocidio acabe con la vida de unos cuantos miles de libios y luego juzgarán al asesino,
su “viejo amigo”; harán películas sobre la masacre en Libia y producirán reportajes con música emotiva de fondo.
¿Realmente puede Europa pensar que los libios esperan algo de ella? El viejo y cansado, decrépito continente,
navega en la órbita de su monólogo sordo. “Yo soy la Gloria” dijo el asesino. Ni Europa, ni EE UU, desde su
naufragio moral, ético, económico y político podrán aportar nada más que posibles intervenciones para intentar
salvaguardar los intereses en peligro.
Intentarlo, porque caen las dictaduras y cae con ellas el patriarcado occidental sobre los países árabes que las
ha sustentado, alimentado y cebado. ¡Cuántos castillos ha derrumbado esta Revolución! Y esto no es más que
el comienzo.
Hoy, la esperanza, aunque manchada de sangre, está más viva que nunca. Algunos hablan del largo y tendido
silencio que ha amordazado a los pueblos araboparlantes durante tanto tiempo. Yo quiero hablar hoy de lo rápido
y asombroso que ha sido que los árabes y no sólo árabes, y los musulmanes y no sólo musulmanes, que habitan
esta zona del mundo levanten cabeza y tan alto, teniendo en consideración las extensas humillatocracias que la
han gobernado y colonizado desde la caída de Imperio Otomano. La Historia ha hecho justicia a los árabes
dándoles el privilegio de encabezar la Revolución que comenzó en Sidi Bouzid y que acabará en Washigton, París
o Pekín.
Tendremos que comenzar a convocar concursos para la presentación de proyectos globales de economías
alternativas. Economías que no se basen en la moneda fiduciaria y en la usura, que todo lo corrompe. Economías
que no nos tracen un mundo de centros y periferias, de jerarquías económicas, lingüísticas, epistémicas, de
sexo y género, de humanos e infrahumanos. Economías que no se disfracen de pseudovalores. Economías que no
destruyan y silencien el mosaico de culturas, razas, etnias, lenguas, epistemologías, espiritualidades y
diferencias mutuas entre los habitantes de la tierra. Un sistema emancipatorio renovado que no se sirva de
éstas para destruir el Planeta, sino que base su estructura en el reconocimiento de todas ellas y en su sabiduría
milenaria para reconstruirlo.
Me temo que si la Historia ha hecho justicia a los árabes, lo tendrá que hacer con las mujeres musulmanas.
Mujeres con hiyab o sin hiyab, rubias, morenas, altas y bajas, gordas y flacas, ricas y pobres, médicas,
ingenieras, investigadoras, madres, amas de casa, historiadoras, físicas, tendederas, ministras, campesinas o
peluqueras, árabes, bereberes, kurdas, europeas, estadounidenses, latinoamericanas, chinas o australianas.
Sobre todo aquellas que, a veces, en nombre de su “liberación” fueron silenciadas y asesinadas en Iraq o en
Afganistán, o convertidas en ciudadanas de segunda clase en Francia o en España, y que otras veces, en
nombre de su “religión”, fueron igualmente maltratadas.
Me refiero a las mujeres del Afganistán de los “viejos amigos” talibán, los mismos a los que financió y dio apoyo
logístico y armamentístico la Administración estadounidense en su día para que acabaran con “la amenaza
comunista”. El apoyo que creó las condiciones miserables en las cuales viven las mujeres afganas, a las que
después quisieron liberar cuando los intereses en la zona y la industria armamentística lo requirieron.
Entonces los talibán se convirtieron en barbudos y peligrosos fundamentalistas radicales que reprimían y
reprimen brutalmente a las mujeres imponiéndoles el burqa y apedreándolas. Entonces EE UU fue a salvar a las
mujeres afganas, y las bombardeó y mató, en una guerra que ha causado cientos de miles de víctimas y ha
convertido a Afganistán en el primer narco-estado a nivel mundial. Me refiero también a las mujeres del Iraq
del “viejo amigo” Saddam, que un día se convirtió en una amenaza terrorista. El mismo día en el que el petróleo
iraquí y los negocios capitalistas lo requirieron también. Acabó entonces ahorcado, como todos vimos en directo.
No me extrañaría nada que el proyecto ganador del premio fuera el presentado por esas mismas mujeres. Pero si
ellas lo exigen, porque si no, nadie se lo dará ni nadie se acordará de ellas.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.